miércoles, 1 de diciembre de 2010

La manita y Somosierra.


Ayer 30 de noviembre de 2010, con las agitaciones que aun deja la histeria colectiva que sufrimos el 29, con un partido con el que los madridistas no tienen más que asumir la derrota y los culés celebrar una fiesta de fútbol magistral y a levantar la manita como si de Madrid 2016 se tratase. Se cumplen 202 años de una batalla que a modo de madridista hay que asumir en esta nuestra historia.
Me refiero a la batalla de Somosierra, en la que el propio Napoleón en persona dirigió y donde se derrochó valor, rabia e impotencia.
Todo empezó con la salida y expolio de José I de la capital y la reacción de Portugal ante Francia. La situación era muy inestable para el francés y sus cercanos.
La reacción desde Paris fue rápida. Se envió a una fuerza de choque de 40.000 hombres para tomar lo más rápido posible Madrid y así volver a colocar a su hermano en el trono.
Para llegar a Madrid debían pasar por el puerto de Somosierra, donde el general español Benito San Juan ya había colocado hábilmente 16 cañones en 3 zonas fortificadas y 9.000 infantes escondidos a las lindes del sinuoso camino.
El 29 de Noviembre de 1808 Napoleón ordena al regimiento de Ruffin que tome el puerto y asegure la zona para poder avanzar. Pero nada más asomar la primera fila, el recibimiento fue como el de Mohurinho en el Camp Nou. La fusilería repelió cada paso de la infantería francesa. Se cuenta que el propio Napoleón tras la imposibilidad de avance de la infantería y con la cólera chisporretando en los ojos, negó que conociera el significado de la palabra imposible. Rápidamente llamó al coronel de caballería polaca Jan Kozietulski. Lo único que le dijo fue, “Tome esa posición al galope”. Seguramente el Emperador, sólo se refería a la primera sección de artillería, la única que se veía y la que estaba dejando los proyectiles a los pies de todo su estado mayor.
Lo que pasó después aun sigue siendo rememorado en el puerto se Somosierra. Con el grito de “Adelante, hijos de perra, el emperador está observando”. Se lanzaron a por la primera poción artillera, una vez tomada, las descargas de la infantería española menguaba las filas de los lanceros polacos, sin pensar más tiempo se lanzaron a por la segunda posición, caballos sin jinetes empezaron a ser mayoría. Los artilleros salían despavoridos por cualquier sitio que no hubiera caballo. Ya desde allí Kozietulski divisó la última posición y como empezaban a replegarse los españoles. Picó espuelas y los pocos que aun se agarraban a su montura le siguieron dejando al fin el camino a Madrid despejado.
La caballería polaca recibió la Légion d´honneur del propio pecho de Napoleón, y desde entonces entraron a formar parte de la Vieja Guardia del Emperador.
Afortunadamente hoy sabemos que las alegrías le durarían poco al francés, y poco a poco, derrota a derrota empezó a darse cuenta que este país traía más problemas que beneficio. Y que su comprensión era casi inconcebible.
Es curioso que esta parte de nuestra historia y muchísima más se cercene en nuestros institutos. Y lo de ,es curioso, lo digo porque para una vez que nos dieron en los hocicos de una formidable manera, el españolito semiculto y depresivo no lo cuenta ni lo enseña. Si este país nada más que tuvo desgracias ,según dicen, encima para una que es digna de enseñar, la quitamos. Pero bueno, si por lo menos a alguien le da la curiosidad y se pone a leer y buscar algo sobre el turbulento periodo de la Guerra de la Independencia, quizá entienda un poquito mejor cómo somos. Ya que poco nos diferenciamos de aquella inmundicia inculta, según los amigos franceses, que se pusieron a dar navajazos ante aquellos que por la fuerza intentaron imponer luz.
Si hoy nos viera hoy Napoleón, seguro que traía menos ejércitos y cambiaba el apellido de José I por el de José Esteban I.

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